Una humilde periodista que dejó de lado su vocación por necesidad, optó por la docencia
y, de repente, emigró a China. Pero muy China. Chinísima.
Es mi tercera aventura, un nuevo blog.

viernes, 24 de agosto de 2012

Al Oriente de Oriente

Como siempre que inicio una nueva aventura en el extranjero, decido abrir un nuevo espacio en el que escribir y compartir algún detalle de mi nueva etapa. También es verdad que acabo siempre abandonándolo, pero esta vez me he prometido el mantenerlo de la mejor manera.

He pasado mis dos primeros días en Harbin, un “pueblo” de 10 millones de habitantes en el noreste de China, donde tengo un contrato de profesora de español de la Universidad de la provincia de Heilongjiang.

Fue un viaje lacrimógeno, porque soy de esa clase de personas que no se puede creer la familia y la de grupos de amigos que tiene y a cuál mejor. Se han dedicado a despedirme con abrazos, regalos y hasta lágrimas. Ha sido difícil, también porque he tenido que decirle adiós a un amigo que me acompaña desde hace 15 años. Que sí, es verdad que no habla, solo ladra, tiene mucho pelo y ya ni escucha cuando lo llamo. Fue mi mejor regalo de cumpleaños: un compañero leal, fiel. Uno más de la familia. El jefe de mi patio. El superviviente al que le cuesta respirar. El que más se alegra cada vez que alguien cruza el umbral de la puerta de mi casa. El mejor perro del mundo.

En fin, corramos un “estúpido” velo tras ese párrafo de bajona, porque a la llegada a Pekín no podía estar más emocionada y asustada a partes iguales. Los escupitajos y eructos reinaban en la sala de embarque y mi cara de asco señalaba que no iba a ser fácil adaptarse a estas “costumbres”. Me creo Scarlett Johanson en ‘Lost in Translation’ (de ahí el título de este blog –Gracias, Alejandro-), pero sin estar tan buenorra y sin tener a Bill Murray al lado.

Una futura alumna me recoge en el aeropuerto de Harbin, en el que ya me doy cuenta de que soy la única occidental y que nadie habla ni papa de inglés. La chica es un encanto, se llama ‘Thalía’, tiene solo 21 añitos y me dice que soy muy graciosa, que no me imagina de profesora seria en clase. (Tú enfádame y ya veremos…) Me instalo en mi residencia de profesores: es bastante vieja, pero todo muy grande, espacioso y una mujer que dice que me limpia el cuarto todos los lunes y me cambia las sábanas. Que haga lo que quiera ¿no?

Menos mal que estaba mi chinorri Thalía (sí, Thalía) para ayudarme a abrirme una cuenta del banco, cambiar el dinero a Yuanes (el cambio lo tengo un poco complicado aún, tiro de calculadora), comprarme una tarjeta de móvil, ir al supermercado… y es que nadie habla inglés. Imaginad mi cara con todos los letreros con rayajotes que se se me asemejan casitas y garabatos y yo visualizándome buscando cualquier tienda. Está claro que no va a ser fácil.

Ya tengo mi horario de profesora, es relajado y cómodo. Tengo la facultad a menos de 5 minutos de mi casa, la residencia para profesores extranjeros que está en el mismo campus. Soleado, es viejo, pero bonito. No sé lo agradable que me parecerá cuando venga el frío…



Vayamos con esas cosas de oriente que van, y me chocan de primeras aunque estuviera avisada: para empezar, me encanta que las chicas lleven paraguas porque hace sol. No entiendo que en un sitio que hace -30º en invierno no les guste aprovechar más el sol, ¡aunque yo encantada de que el blanco sea el color de moda en la piel, que eso lo llevo muy bien!

Los chicos llevan los bolsos de sus novias cuando salen juntos. Ver a un chino con un bolso rosa con flores y brillantina es digno de admirar. Además, el día que llegué, dio la casualidad de que era el día de los enamorados aquí (no me libro, es de las festividades que primero vivo cada vez que emigro a otro país. La odio y por ello creo que me persigue).

Son menos, pero hay parejas que van con la misma camiseta. Esperad, no me entendéis: LA MISMA CAMISETA. Si la novia lleva una camiseta rosa con unicornios, pues el chico también. Muy bizarro. Podríamos ponerlo de moda en España y simplemente humillar a los hombres por pura diversión. (Dejadme ser un poquito feminista hoy, que los chicos aquí son muy feos).


Las chicas, por su parte, suelen ser muy monas, pero la palabra ‘depilación’ no existe en mandarín: he visto camioneros con menos pelos en las axilas que la chica más mona y pija de Harbin. ¿Para eso me gasto yo el dinero en láser? ¿Deberíamos importarlo y hacernos ricos?

Cruzar la calle es… ¿cómo decirlo? Es el desafío extremo, significa jugarse la vida, decidirse a echar una ruleta rusa. Cruzas cuando te quieres suicidar atreves y ningún coche va a respetarte, ya que ni respetan los semáforos, así que le echas valor y atraviesas una marabunta de coches, autobuses, bicicletas viejas y motos que no paran de pitar. Tú te vas rezando un jesusito de mi vida, por si acaso.

Ya me lo esperaba, pero ver escorpiones, escarabajos, saltamontes y otros insectos entre fogones me ha puesto los pelos de punta. Soy adaptable, pero ¡creo que de esto no comeré!*



Sé que esta primera entrada no tiene demasiada información, pero tenía muchas ganas de comenzar el blog ahora que por fin he podido acceder a Blogspot, Facebook, Twitter y Youtube. Gracias por leerme.

Tx.



*Nunca digas: ¡de este agua no beberé, este cura no es mi padre y esta p...!