Una humilde periodista que dejó de lado su vocación por necesidad, optó por la docencia
y, de repente, emigró a China. Pero muy China. Chinísima.
Es mi tercera aventura, un nuevo blog.

lunes, 1 de abril de 2013

Volver.


Muchos me habéis preguntado: ¿Qué pasó con tu blog? ¿Lo has dejado? No exactamente. Lo que ocurre es que volví a España de vacaciones. Pero vacaciones de verdad: 45 días, concretamente. Vacaciones de profesora. La vocación de todo docente, digan ellos lo que digan.

La despedida con alguna gente fue dura, pero por otra parte estaba muy emocionada por volver a España. Tuve un vuelo genial: un lexatín, un vaso de vino y un sueñecito tan tranquilo. Ríete tú de las 12 horas volando. Cuando el avión aterrizó, después de 20 horazas viajando en total y se abrió la puerta para entrar a Barajas no os exagero si os digo que se me saltaron las lágrimas. En serio.

¡Qué olor! Olor a limpio, a aeropuerto. La gente olía a ducha, a colonia, a perfume…  El suelo de todo el aeropuerto estaba más limpio que las mesas de los restaurantes en los que como habitualmente (al menos brilla más, ¿vale?)

Cojo un taxi. Un coche que me parece del futuro. Cual Michael J. Fox jovenzuelo, me asomo por el asiento del conductor y admiro el coche extremadamente nuevo, miro con cara incrédula a un peseto extremadamente simpático que me habla divertido mientras aspiro ese olor… ¿cómo se llama? ¿ambientador?



Eso sí, desde el aeropuerto hasta el centro de Madrid me soplaron 40 eurazos. Que tengo un sueldo chino, ¡oiga! Tampoco fue un gran drama, porque desde que no vivo en Madrid, la echo tanto de menos que cada vez que la piso soy un poco más feliz.

¿En serio que yo viví en esta ciudad 3 años? Qué guapo es todo el mundo, ¿no? ¿Soy yo o todos los tíos están buenos desde que pisé esta mañana la calle? Y yo los miraba como los chinos me miran a mí. Aunque quizás con alguna intención más oscura que otra. Amiga, si te aburren los hombres de tu ciudad/pueblo/país, pasa una temporada rodeada por chinos y luego me cuentas.


  
Tener vacaciones en Enero es un poco aburrido entre semana: todo el mundo está trabajando, los amigos del pueblo del trabajo a casa y de la casa al trabajo, y yo en el brasero. Recuperándome de todos los fines de semana en los que he vuelto a escuchar buena música en los garitos, bailando cosas que no suenan a Rihanna y Shakira. Eso es lujo.

En fin, que fue una gran alegría volver a la ‘normalidad’. Aunque la normalidad esté llena de corrupción, de recortes, de pobreza, de suicidios, de desahucios, de injusticias y de alguna gente a la que nada le interesa.

Regresar a Harbin fue bastante más traumático que la vuelta. Un vuelo de 12 horas lleno de monstruitos bebés y niños chinos que gritaron y lloraron durante todo el viaje. Yo sufrí un efecto ‘Ver Hermano Mayor’ y se me cerró la matriz y con ello, la esperanza de mis padres de tener algún nieto por mi parte en un futuro próximo. El horror. Si el niño llora, toca los cojones molesta, a los demás o grita mientras todo el mundo duerme, los padres no se apuran en absoluto. Después de 6 meses viviendo aquí y de algún viaje que otro, me aventuro a asegurar que los niños chinos están bastante malcriados (y también que tienen la cabeza muy grande y la cara muy graciosa, vale).

Mi vuelta coincidió con el deshielo. Y es que ya no se ven -30º y al termómetro le cuesta cada vez más tocar los -20º. Así que andamos entre los -15º y hace un par de semanas,  experimenté una temperatura positiva: ¡3 gradazos positivos! Ganas de correr en manga corta, ponerse gafas de sol y hacer planes. Esto es muy motivador, y cuando creía que me iba a librar de toda la ropa térmica, vamos ya por la tercera nevada a pesar de que la primavera haya llegado. EJEM...




El suelo con el deshielo, además de ser un asco, es casi peor que antes, al menos en mi universidad.

Hay trozos de asfalto que se empiezan a ver: alguna nieve y placas de hielo se derriten por el día, convirtiendo el suelo en charcos y algo parecido al... ¿granizado? Sí, exactamente: es como andar sobre charcos y granizado de mierda. Recordando el afán limpiador de los chinos (guiño-guiño, codazo-codazo), los charcos se quedan ahí, por la noche baja de nuevo la temperatura y se vuelven a congelar. Seguridad ANTE TODO. 

El granizado en cuestión

Suelo limpito

Escaleras a prueba de caídas

Es decir, Harbin cada vez se parece más a humor amarillo: veo caer chinos unos tras otro, piso suelo que no es suelo, piso hielo que son charcos y la nieve es muy gris. Aunque el cielo es mucho más azul que antes.
  


Igual que vuelvo a ver trozos de asfalto tras meses, vuelvo a ver a mis alumnos. Me preguntan donde he estado, no pueden creer mi corte de pelo. Una nueva entra, grita algo en chino, se tapa la cara y corre a su sitio. 


- ¿Qué ha dicho?

- Ha dicho '¡qué bella!'
- ¡Qué pelota! 
- ¿Pelota? ¿Qué es pelota? 

- Lo que sois.



Vuelven las preguntas de alumnos nuevos como que por qué soy zurda. Que por qué me llamo Charo. Que si el anillo que llevo me lo regaló mi novio. Lo de siempre. Me traen regalos de sus casas y algunos hasta me dan abrazos y me mandan mensajes cuando me resfrío (cosa que ocurre más a menudo que cuando hacía un frío insoportable) con consejos como “beber mucha agua caliente”. GRACIAS.


Los rusos más tontos no se han ido de la ciudad, y los españoles de Harbin (que se multiplican) siguen siendo tan fiesteros como siempre, así que de momento, todo esto se parece mucho a lo que dejé. Sin embargo, llamo a la primavera desesperadamente: un poco de sol y calor se agradecerá en esta gélida ciudad. Mientras tanto, aunque los disfrute uno a uno, contaré los días para volver a veros a todos.

Tx.