Una humilde periodista que dejó de lado su vocación por necesidad, optó por la docencia
y, de repente, emigró a China. Pero muy China. Chinísima.
Es mi tercera aventura, un nuevo blog.

domingo, 9 de septiembre de 2012

La entrada eterna.

Queridos lectores occidentales:

Me alegran increíblemente muchísimo vuestros comentarios por Facebook, mails y whatsapps en los que me decís que os reís con mi blog. Supongo que la actividad irá decayendo, como suele suceder, pero mientras tanto, intentaré que sigáis esbozando una media sonrisa cuando leáis las chorradas que escribo sobre mi nueva experiencia.

Esta semana he tardado más en escribir la entrada porque cuando la iba a publicar, me comunicaron que el mejor perro del mundo, mi Blas, ya se había ido. Así que decidí escribirle algo a él y dejar esto para más tarde. Y claro, cada día que paso sin escribir, son más anécdotas e historias que me ocurren.

Hoy no hablaré tanto de ellos, pero es que mis alumnos me siguen dejando sin palabras, y yo el sentirme Lady Gaga (rara y famosa) lo llevo bastante bien, qué queréis que os diga. A los chicos, les falta quitarse la chaqueta y tirarla al suelo para que no pise los charcos. Me miran como si hubiera salido de otro planeta. Las alumnas se amontonan para hablar dos palabras conmigo a final de cada clase y me preguntan que si puedo comer o cenar con ellas un fin de semana. Es raro, pero la docencia aquí es algo satisfactorio y motivador. Para Asia todos, profes.

El centro de Harbin (a luz del día) ya es otra historia. Allí casi ni se ven rusos, que abundan en el campus, así que cualquier occidental es la sensación. ¿Por qué este ser pasa desapercibido y a mi me hacen fotos? Quien quiera ser diferente, que venga aquí unas semanas. Con llevar vaqueros, ser alto y un poco rubio basta. Tribus urbanas, chupaos un pie.


Hablemos de donde vivo. Mi edificio se construyó en 1941 y me parece que desde entonces hicieron pocas reformas. Es viejo, vale, pero es calentito y creo que eso lo voy a agradecer enormemente en un mes.

Para los que me preguntáis; es un apartamento con una habitación muy grande: cama, mesa, armario, tele, una mesita y sillas horribles, un balcón, un baño con unas tuberías de plomo de la II Guerra Mundial y una cocina.

La cocina está bien, pero atención a la vitrocerámica portátil (¡POR-TÁ-TIL! ¡Como si fuera algo útil que echarse al bolso!). Os juro que le doy a un botón y este aparato alcanza niveles de magma volcánico en segundos. Como los cafés de los bares españoles, pero más rápido.



El primer día que intenté hacerme una triste tortilla francesa puse el aceite, el cazo en la mini vitrocerámica… y cuando fui a echar los huevos, el cazo estaba incandescente y deformado. 

Otra anécdota para recordar: me atrevo a ir sola al supermercado (os prometo que es todo un reto, parece que estoy en Harbin Express y que tengo que conseguir los productos sin saber qué pone, esquivar carritos de la compra y entenderme con las vendedoras). Y después de encontrarme esta marca de cosméticos de la que nunca compraré nada…




…y de pensar que nada malo me puede ocurrir en un país en el que Jackie Chan sale en los botes de Mistol….


Una señora vieja y loca me pega en el brazo con todas sus fuerzas y empieza a gritarme. Yo, de primeras, me cago en sus muertos, siendo sincera (que también podría haberle gritado ‘¡Me gustan los chorizos parrilleros!’ porque me hubiera entendido igual). No sabía qué hacer: la señora seguía gritándome, yo miraba a mi alrededor y empecé a sentir cierta… inseguridad. Siguió adelante, enfadadísma. Con gestos, la gente empezó a decirme que esa mujer estaba loca, que no le hiciera caso. “Claro, como no te ha pegado a ti, cari…”.

Aparte de este pequeño tropiezo sin importancia, sigo como siempre, todo me sigue sorprendiendo y encantando. Por fin he entendido el sentido del servicio militar de dos semanas que hacen todos los estudiantes de primer curso de la universidad. De repente, mi cerrada mente occidental inexplicablemente se abrió y lo comprendió todo: ¡SON LAS NOVATADAS DE TODA LA VIDA! Pero más organizadas y obligatorias, como debe ser. Qué salaos. Esto sí que son unas fiestas de bienvenida. Aprended, españoles. Dejemos de hacer el ridículo con nuestros novatos, paellas y cerveza.



Para terminar, os deleitaré con una de esas frases dignas de enmarcar por alguna de mis amigas que tanto echo de menos:

“Hay chicos que por detrás no parecen chinos, pero luego se dan la vuelta y, desgraciadamente, lo son”.

Mi amiga china me ha pedido que se lo explicara, pero a mí me ha entrado la risa floja. A vosotros os lo puedo explicar. Veréis, es como cuando te gusta mucho alguien, te vas a una fiesta en la que ÉL NO ESTÁ, pero tú la primera media hora lo ves en gente que no se le parece. A todas os ha pasado. (A los chicos desconozco si también os ocurre*). Pues es algo así. Sacad vuestras propias conclusiones, yo no me atrevo.




¡Fiesta! ¡El viernes por fin salí!. Solo me hizo falta conocer a unos argentinos, unos rusos y así encontrarme con la noche harbinesa. La discoteca, un cuadro: música comercial, rusas bailando con síndrome de la go-go trasnochada y gin tonics a 2€. Veo a entrar a un grupo y pienso: no podrían ni disimularlo, son españoles. Pues sí. Y algunos llevan aquí viviendo años. ¡Lo mismo Harbin no era tan aburrido! Otro día os cuento lo que viene a ser 'salto de valla para entrar en el campus de noche'. En Beijing creo que fue deporte olímpico.



El sábado el grupo de españoles me invitó a una cena...eh, no. Esperad. UNA CENACA. (Ahora sí). Tortilla de patatas, gazpacho, patatas con ajito, embutido, vinito, jamón... aún no echaba de menos la comida española pero disfrutarla, la disfruté un rato. Volvimos a salir y esta vez ¡pinchaban dos dj's alemanes! Electrónica europea: bendita maravilla venida de Occidente.

Así que nada, como podéis ver ya tengo amigos chinos, argentinos, cubanos y lo que faltaba :¡españoles! Y yo que me adapto tan mal a los grupos y las cosas nuevas pues ¡lo estoy pasando taaan mal! 

Mañana es el día de los profesores y veo a muchos alumnos comprando flores. Yo no sé ni qué esperarme. Os lo contaré en la próxima entrada.
Como siempre, gracias por leerme.

Tx.

* Es que yo de hombre solo tengo lo de ver deporte, el odiar ir de compras interminables, el gusto por beber cerveza como si tuviera 6 hijos en la cárcel y tocar el tambor. Ah, y según Juan Merchán, me río a carcajadas, como los hombres de las películas de vaqueros. Ahí queda eso. Gracias, compi.

3 comentarios:

  1. pues que no decaiga, porque me encanta!!

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  2. :) No sé yo si se actualizará todo en este blog... :p

    Que pena que no salgo en la foto!! jaja

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  3. Hombre! Todo, todo.. es excesivo!
    La próxima vez hay foto en la que salgamos todos ;)

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