Una humilde periodista que dejó de lado su vocación por necesidad, optó por la docencia
y, de repente, emigró a China. Pero muy China. Chinísima.
Es mi tercera aventura, un nuevo blog.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Y yo caí, enamorada de la moda chinorril

Queridos lectores occidentales:

Caí. Reconozco que algún día me he comprado ropa muy china. Confesaré que he ido a que me pinten las uñas de colores, con dibujos y cosas muy extrañas. Es verdad que el otro día mantuve el tipo y no vomité cuando ví en el supermercado gusanos que aún se movían dentro de una bandeja. Bailo el Gangnam Style en la discoteca como si me hubieran puesto La Casa Azul. Os comento que le he dado a un chino mi bolso para que lo aguante y que permito que mis alumnos varones recojan mis platos y palillos cada vez que ceno en el comedor con ellos. Y me siento bien. ¿Seré china?

No sé si me gustaría serlo… pero he podido distinguir dos tipos muy distintos de mujeres que se comportan de una manera muy diferente dependiendo del ambiente en el que estén: algunas tienen una mentalidad muy occidental, les gusta la fiesta, beber alcohol y los chicos (mira tú, qué listas). Por otra parte, en la universidad las estudiantes son como niñas: son estudiosas, no han pisado una discoteca en su vida y tienen ganas de tener un novio (pero yo sigo con mi teoría de que solo para que les lleven el bolso y les compren peluches gigantes).

No entiendo esa diversión humillación: mientras son novios, las chinas son mandonas, se ofenden y exigen. Según me han contado, cuando se casan, la historia cambia demasiado. Pero he visto a muchas chicas por la universidad dejando a sus novios plantados, pegándoles empujones o poniendo caras de “estoy enfadadísma, la que te espera”. Es decir, que los chinovios son dóciles, sumisos e intentan agradarles todo el rato. Sino, explicadme a mí esta foto.


La hice mientras casi lloraba de la emoción: los dos novios, con el mismo oso panda en la cabeza, comprando un conejo. No tengo ni adjetivos para definir esa situación.

Y es que, para los que empezáis a leer ahora y no sabéis de lo que estoy hablando, resulta que lo de que las parejas vayan vestidas igual es un must aquí en China. LA ropa. Qué ropa.


 Estos gorros los venden por la calle. ¿Os llevo alguno a España?
Modelos: Nico y Jess.

Cuando iba a mudarme, estuve leyendo sobre la ciudad. Y además del frío polar que ya se está dejando ver (voy con abrigo, guantes, bufanda y por la noche ya estamos en los 0º) pude leer en Internet (y el interné no engaña) que Harbin era el paso de la moda en su camino a Moscú y Milán. La ciudad es muy grande y la moda debe pasar por sitios que yo desconozco, porque no la veo.

Para empezar: hay vestidos monos (muy Kling): de gasa, con cuellos grandes, lacitos y colores pastel. Eso me encanta. También se lleva el look marinero: anclitas, azul marino y rayitas. Qué bien. También se llevan mucho los encajes. Eso también me gusta. Y algún tutú que otro. Eso tiene un pase. Lo que no tiene ningún pase es cuando se lo ponen TODO JUNTO.

Es decir: llevan un vestido blanco de encaje, con perlas y brillantes en el cuello del traje, encima una sudadera con tutú en las mangas (os-lo-juro), unos leggins de leopardo, unas converse falsas CON PLATAFORMA y unas gafas de pasta gigantes sin cristales. Otras llevan unas lentillas más grandes que su iris y que les da una imagen que da un poco de miedo. Las miras y tienes un ‘hay algo raro y no sé qué es pero no puedo parar de mirarlo’.




Por eso cada vez que compro ropa miro a mi amiga argentina y le pregunto ¿es muy chino? ¿Soy china?
-Sí, boluda. -Me dice -Somos chinas desde que nos hacemos las uñas con colores, cenamos a las 5 de la tarde y empezamos a ver lindos a algunos chinos.

Vale, eso nos ha ocurrido. Pero no ha pasado del comentario. Hago un llamamiento a todos mis amigos que me presionan con una experiencia asiática: venid vosotros aquí y me la contáis, que a mi me siguen gustando los chicos guapos. Qué le vamos a hacer. 

Volvamos a la ropa, que siempre estáis pensando en lo único mismo.


Las pobres trabajadoras del súper

Todos podemos caer en ella. Nadie está a salvo


¡Los osos panda! Los osos panda en las gorras, en las camisetas, en las zapatillas, en los bolsos, en las mochilas. Me muero por comprar unas zapatillas con oso panda en la lengüeta. (Para oso panda, yo, cada sábado y domingo hasta que he sido capaz de comprarme un desmaquillante). Estos no son panda pero ¿os valen ositos de otro color?

He aquí a la modelo, mi alumna. Atención al outfit.



Por otra parte, os tengo que confesar también que hay días en los que no puedo ser china: como cuando el conductor del taxi eructa y escupe por la ventanilla constantemente o me deja sola en el taxi y sale a mear a la calle. Como cuando decido innovar con la comida en el comedor de la universidad y tengo que cenar patatas con caramelo. O esta manía occidental que tengo de ducharme y usar desodorante diariamente.

Por último y como regalo, para que os acordéis de mí, me queráis un poquito más y valoréis vuestras salidas nocturnas: cada vez que os quejéis de un váter en algún bareto a las 5 de la mañana, acordaos de que en China siempre podría ser peor. La vida puede ser maravillosa.


Tengo muchísimas más historias que compartiré con vosotros más adelante, pero quiero que asimiléis toda esta información por si os animáis a visitarme.
Gracias por leerme. Mil gracias.

Tx.

3 comentarios:

  1. Creo que tu realmente no estas en China, que estas escribiendo todo esto desde España y las fotos las buscas por Internet. De otro modo no me lo explico.

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  2. Doy fé de que es Chinorri y que está aquí (y que tiene las uñas pintadas de sandía...).

    Me gusta la definición de los dos tipos de Chinas... aunque te ha faltado algo que para mi es clave en cuanto a diferencias y es la cantidad de pelo que suele tener la tradicional con respecto a la moderna ;)

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  3. otro post ya!!



    P.D: sígueme petarda chinarra!!

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